Había en la puerta de un de un templo parroquial varios carteles. El primer cartel mostraba a un niño gordito, de esos que anuncian alimentos para bebés, y debajo habían escrito: "Demasiado joven para amar a Dios". El segundo presentaba a una pareja de "palomos" recién casados dándose un besito; el correspondiente letrero avisaba: "Demasiado felices para amar a Dios". Le seguía un ejecutivo con cara de desarrollar una tarea febril: "Demasiado ocupado para amar a Dios". A continuación, un ricachón gordo, con los dedos de las manos llenos de relucientes anillos de oro y pedrería, un habano en la boca, en el momento de descender de un cochazo de lujo: "Demasiado seguro de sí mismo para amar a Dios". Y el último de la serie mostraba una sepultura con este cartel: "Demasiado tarde para amar a Dios".
http://www.almudi.org/Noticias/ID/9049/Veintiun-siglos-de-fracaso-proselitista-ateo
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