Más allá de cualquier otra consideración teológica y moral, es una cuestión de seriedad y de honestidad. La obligación de mantener la palabra dada vale para todos. Un sacerdote o un laico casado que esconden un amante son, simplemente, traidores. Si en vez de un compañero el monseñor polaco hubiese tenido una compañera, habría sido lo mismo
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